domingo, 11 de mayo de 2014

" Mi Historia .... por Elda Bonet"


"Artículo extraído del Blog " Psicotrade Autismo y Neurodesarrollo Experiencias "



Me llamo Elda Bonet, soy terapéuta de Psicotrade desde hace 7 años y me gustaría compartir con vosotros mi historia…
Siete años que ahora parecen un suspiro, pero que si vuelvo la vista atrás, recuerdo cada instante desde que entré por las puertas de Psicotrade.
 Recuerdo los nervios, las inseguridades, el miedo que sentí ante los retos que me esperaban. Pero la magia que envuelve al mundo de la diversidad funcional me hizo afrontar todo aquello con esperanza e ilusión. 
Era una novata en el campo infantil, siempre trabajé encandilada con adultos, pero no podía imaginar lo que me cambiaría mi vida la atención temprana. Recuerdo las vueltas de cabeza para preparar las sesiones, los informes, las rabietas, los agobios por querer que todo resultara perfecto, la incertidumbre de si lo que hacía estaría bien, de si actuaba correctamente… pero todo esto se esfuma cuando revivo el momento en el que vi, el fruto de mi trabajo por primera vez. Esa sensación es inmensa.
 Ese orgullo que te invade porque esa personita que tienes delante ha aprendido un poquito más a ser autónoma. El tiempo se vuelve insignificante en ese momento, no importa las horas empleadas, porque se convierten en horas invertidas y con tesón se han transformado en un gran logro. No importa el movimiento, gesto o palabra que haya sido, se convierte en el motivo principal de mi cambio de vida.
La experiencia con adultos aunque también sea enriquecedora, dista mucho de la atención temprana. La forma de afrontar la vida, resolver los problemas o fomentar las relaciones sociales ya están adquiridas en la propia persona, sólo puedes redireccionar, apoyar o hacer que se cuestionen y replanteen situaciones distintas. 
Sin embargo en la etapa infantil, todo es nuevo, todo comienza desde cero y tú con ellos. Cada niño/a, al igual que los adultos, tendrá un carácter, unos gustos e inquietudes, pero, con estos peques, tienes la responsabilidad de acompañarlos en el camino hacia su propia autonomía, para que cuando ellos lleguen a ser adultos, puedan ser lo más independientes posible.
Ese es mi cambio de vida, los peques, la emoción de vivir a cada niño/a como si fuera el/la primero/a, la ilusión por el avance, por verlos crecer, y sentir, que gracias a, que aunque seas una pequeña parte de su vida, tu trabajo y esfuerzos se ven recompensados y eso te hacer crecer a ti también.
 Crece tu seguridad, se disipan tus miedos y tus nervios, aquellos de los que hablaba en un principio, y comienzas a creer en ti. Verlos día a día, año tras año es la experiencia más enriquecedora, verlos cómo crecen, sus dientes, de altura, cómo van prosperando sus ilusiones, sus sonrisas, sus llantos, cómo van cogiendo carrerilla para cada vez ser más ellos mismos y tú ahí, siempre a su lado, creciendo con ellos, llenándote cada día de sus esencias, autodeterminándote y autorreafirmándote con cada pasito conseguido, como decía Paulo Coelho, “Cuánto más se aproxima uno al sueño, más se va convirtiendo la leyenda personal en la verdadera razón de vivir”. Cuando más trabajo con ellos, más segura estoy de lo que soy y de lo que quiero y puedo conseguir.
Pero todo Yin tiene su Yang y en este caso, mi Yang, es la pena por la separación, la que sufro cuando uno de nuestros peques, termina el tratamiento.
 Cuando después de varios años de crecimiento compartido, se acaba nuestro tiempo y con él todo nuestro mundo creado. Me enfrento a verdaderos duelos al decir “adiós” a uno de mis peques y digo “mis” desde mi lado más maternal y cuidador, ya que cada uno de ellos forma parte de mí y cuando se despiden, siento como si se fueran despegando pedacitos de mí. 
Me consuela pensar que aunque pasen los años, mi huella siempre estará en ellos, aunque posiblemente no se acuerden de quién le enseñó a colgar su abrigo en la percha o de a quién le dedicó su primera palabra, o quién le mostró que la palabra AYUDA es una buena palabra para acercarnos los unos a los otros, esa huella perdurará en lo más profundo de cada uno de ellos.
 Al igual que perdurará en mí lo diferente que se puede ver el mundo a través de un catalejo, o que todo tiene su olor sólo hay que tocarlo y llevártelo a la nariz, o que un par de hojas caídas de los árboles, pueden ser un buen par de alas, o simplemente creer que tocar el sol es posible.
 Estas huellitas, definen mi yo día a día, hacen de mi lo que soy y estoy tan impregnada de ellas que me resultaría imposible separarme de ellas. Por consiguiente, no me queda otra que luchar por ellas, por seguir avanzando y seguir consiguiendo una mejor calidad de vida para ellas y por tanto para mí, porque sin ellas no habría un YO como el que existe hoy, ni seguramente, un nosotros tan lleno de fuerza.

Por eso sólo me queda darles las GRACIAS…

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